Por ti. Porque no sé cómo lo has logrado. Casi doscientos días llevo ya sin rozar tus mejillas. Severo infierno. Nunca pensé que ocurriría. Me habría despedido escuchando a tu pelo, oliendo tu voz e infinitas cosas más. Eras mi faro y miento al hablar en el tiempo equivocado. A día de hoy sigues distorsionando mis límites oníricos, creando entre tú y yo una barrera insostenible.
¡Te quiero! Son palabras. Pero qué palabras cuando representan un sufrimiento. Te lo digo sin complejos. Te quiero. Te perdí. Y sigo lamentándome, estúpido, tras tu ventana. Cuantas rosas pensé en dejar tras tu portal, y qué falta de valentía hubo en mi voluntad. Te fuiste. Y contigo, me fui yo. Ayúdame a encontrarme.
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