domingo, 5 de marzo de 2017

casi siempre

Casi siempre consigo no pensar en nada. La mayor parte del tiempo no me acuerdo de ti. Tu cara ha empezado a convertirse en una especie de nube en mi memoria, y de tu voz apenas tengo ya ningún recuerdo. Casi siempre te rodeo cuando te veo venir, porque de algún modo has logrado enroscarte a mi memoria de un modo pegajoso, de una manera que me envuelve casi sin llegar siquiera a acordarme de cómo éramos cuando existíamos. Y eso me revienta, me revienta muchísimo.
 
Eso ocurre la mayor parte del tiempo. El resto de los días y las horas estoy todavía sentado encima de tu cama mirando al techo, o a la pared, o a la luz que entra por la ventana que tiene enfrente y que da a un patio de luces muy gris, un lugar al que nunca querría llegar a ir pero no porque me diese miedo, sino porque mataría por quedarme siempre aquí, contigo, donde las cosas siempre son nuevas y parecemos no temerle a nada.
 
El resto del tiempo te estoy esperando y escucho tus pasos a lo lejos, viniendo hacia mí despacio, a tu ritmo, y te veo apoyada en la puerta con una falda gris y una camiseta blanca, mirándome de frente con los ojos encendidos. De todas las cosas que he querido en esta vida, te juro que no ha habido nada que haya querido más que tenerte conmigo. Probablemente sepa de sobra que todo esto es mentira, y que no existe, y que tener tanto miedo a hacer cualquier cosa o a mover un solo dedo ahí fuera solamente por ti, que no estás ni pretendes estarlo, no tiene el menor de los sentidos.
 
Pero no puedo hacer nada con ese tiempo que sobra, ese tiempo en el que no consigo no recordar, en el que vuelves y te das la vuelta y me dices que te siga, porque, de lo contrario, ¿a dónde iba a ir yo? A ninguna parte. Contigo he gastado todas las metáforas sobre celdas y sobre el recuerdo y sobre el dolor, y después de haberme cansado a mí mismo tantas veces por no lograr arrancarte de mi vida de una vez por todas, sigo aquí.
 
He llegado a un momento en el que ya son tantas las cosas que me duelen, y tanto lo que creo injusto, que ya no sé ni qué hacer. Aunque lo cierto es que aunque lo supiese probablemente no lo haría, porque al fin y al cabo soy así de gilipollas. Te estoy reservando el puto sitio y las cosas no dejan de cambiar a mi alrededor, y el asiento está lleno de polvo y desgastado porque yo tampoco sé dejárselo a quien se lo merece.
 
Querría decirte tantas cosas que lo único que se me ocurriría al verte sería salir corriendo y subirme a un árbol y luego tirarme de él. A estas alturas el tiempo juega tanto en mi contra en todos los sentidos que simplemente siento que cada día pasa para todo el mundo excepto para mí, que sigo atascado, que no logro despojarme de mí mismo, que no tengo fuerzas o que simplemente no quiero abandonar este rincón desolado que es el no lograr despegarte de mí, porque estás conmigo siempre, aunque no lo quieras, deberías saberlo. Siempre estás.
 
Y la verdad es que me da igual escuchar cosas sobre lo ofuscado que estoy, y sobre la necesidad que tengo de asumir que las cosas en la vida pasan por una razón, o que quizá no, pero el asunto es que pasan y hay que joderse vivo. Me da igual toda esa gente que no entiende lo que me pasa. Porque esa, joder, debe ser la única cosa de este mundo podrido que entiendo realmente. Me entiendo a mí mismo durante ese tiempo, durante el tiempo que sigo sentado en tu cama esperándote mientras vienes por el pasillo dando pasos cortos. El resto del tiempo no entiendo nada.

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