jueves, 3 de mayo de 2012

luz y érnagas.

No, en serio, parad ya. Parad de lanzarme, de arrojarme esa tristeza. Sin el sol no hay luz... quiero dos soles y tengo tres. Tres en uno, qué maravilla. Se va y viene, viene y se va. Es tan bonito como ver a un niño sonreír, es tan bonito que no te das cuenta de cuanta belleza estás contemplando, es tan bonito que no te cabe en el alma tanta luz, tantos soles, tantos amaneceres y tantos recuerdos juntos, que explotan, son como una enorme masa de sensaciones que te tragas sin masticar, que te golpean en la cara al girarte, por sorpresa, sin avisar. Y lo agradeces. Agradeces volver a la vida, que ese sol te ciegue, porque aunque no puedes ver sabes que existe, que hay algo que es capaz de hacer que dejes de ver por un segundo, algo que te permite volar y mirar atrás y darte cuenta de lo mucho que has desaprovechado tanta felicidad, tanto amor, tanto brillo que no cesa, que aunque te escondas en una cueva eterna no desaparece, porque es incomparable, es incontrolable, es magnánimo hasta el punto en que por fin caes y ves con claridad, con los ojos cerrados, con esa ceguera, todo negro, pero a la vez todo es luz, todo son sueños por cumplir, ves con claridad que tienes mucho que perder, que algún día todo habrá acabado y que no somos quién de desperdiciar ese sol...
Te sientes débil y eso te da fuerzas, fuerzas para continuar y para levantar la cabeza y para encender tu corazón, simplemente fuerzas... no necesitas más... todo es variable, pero hay cosas que desafían las reglas y todo ese universo de constelaciones es una de ellas... cae una estrella y bailamos porque no sabemos que hacer mientras percibimos todo eso, todo ese mundo nuevo, esa electricidad que nos posee, que nos da vida. Que nos enciende. Y lo demás da todo igual...

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