martes, 19 de abril de 2011

coeur.

Es una brillante decepción el saber que toda decepción es brillante. Caer en el barro, atónito, levantarme limpio de la suciedad que antes concernía a mi persona. Me cuesta. Me cuesta expresarme, expresar mis conocimientos, mis pasiones, mis sentimientos, y me cuesta expresar el desdén que me produce mi falta de expresión. No brillo, mi opacidad en absoluto resulta una característica reseñable en el contexto social pleno de “personalidades brillantes”. Me cuesta. Me cuesta derramar una lágrima, decir un “te quiero” sincero, y aceptar que no siempre tengo la razón. ¿No os ocurre? Esa sensación de saber que te equivocas pero en el fondo tener la intuición requerida para ofrecer una realidad verídica. Me cuesta, mucho. No espero nada abrumador ni mis expectativas de éxito en la vida superan la neutralidad. Pero al menos algo, un resquicio de esa palabra que tanto añoro y que tanto he eludido.

Esto no es literario, sino un obvio autorretrato. Pesimismo, diligencia, abstracción. Podría vaciar el diccionario de la RAE en un texto si supiese que realmente me iba a llevar a obtener algo. Pero no entiendo qué busco concretamente con esto. Mirad, cero metáforas. Las adoro, vivo con ellas y vivo en ellas, pero también sé evitarlas. Todo sea por… bueno, está claro el por qué, ¿no creéis?

Hace unos meses, dejé de creer en todo. Además de la religión, la ciencia y todas esas realidades prejuiciosas de las que opino que sólo buscan soliviantar el ambiente, dejé de creer en el amor, en la muerte, en la amistad, incluso en la felicidad. Me encerré en mi mundo de los sueños, y me equivoqué. Vaya si lo hice.

Los sueños no son más que una creación del subconsciente que nos hacen percatarnos de ellos mismos. Suena ridículo, pero los sueños no son más que el reflejo de los sueños.

Soy estúpido ¿De qué me sirve vivir en un mundo paralelo esperando enternamente a una secante que corte? Vaya, me cuesta más de lo esperado evitar las metáforas.

No creo en el destino. Ni en la suerte. Ni en las casualidades. Creo que no creo en nada.

Es mi filosofía. Extraña y divagante, pero mía.

mis mejores deseos,

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