jueves, 2 de junio de 2011

no me lo puedo creer.

Sueños rotos bajo una caja de cartón. Pesa ya demasiado. La frustración la fue llenando de pedazos de desilusión. Los brazos ya flaquean, las piernas se doblan ante el camino hacia la esperanza. Dos almas que quisieron ser una, un corazón que decidió dividirse en dos. Una letra que lo cambiaría todo, un alfiler que perforaría tu piel lentamente ante la impotencia de saber que en realidad no hay ningún alfiler.

Imaginar que imaginamos, vivir lo que intentamos creer que es vida. Para qué hacer el bien, para qué seguir las normas establecidas, para qué creer que podemos llegar a ser algo. Para qué, decidme. Sois estúpidos. Mirad el cielo y decirme que veis. Nada, ¿verdad? Pues eso es lo que hay. Nada, en todas partes. Si te apetece una tarde de lluvia, sólo tienes que coger y soñar que llueve. Si te apetece dormir, sólo debes soñar que duermes. No. Odio a esas personas que se creen filósofos hippies por pensar que la vida es... bueno, ya sabemos como son los hippies. ¿Vivir la vida cómo si fueran dos días? Qué diablos significa eso. Que el primer día debes sacarte la universidad, el segundo hacer 40 años de vida laboral y esa noche morir. Eso significa. Vaya lemas más sarcásticos se gastan algunos. Estamos aquí porque no servimos para nada, para algo somos humanos. La raza humana sólo sirve para la raza humana, ya me entendéis. Para favorecerse a sí misma... y sobre todo para perjudicarse. Y cuando me vaya nadie llorará porque nadie ha reído conmigo, pero sabéis, me da igual, porque vosotros también os iréis y por mucho que lloren no por ello volveréis.
Mis objetivos en la vida, mis ambiciones, mis metas, mis propósitos, la finalidad de mi vida. ¿Cómo? ¿La finalidad de mi vida dices?
Ser enterrado en un cementerio decente, que para algo me preocupé algo por algo.

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